Asomado a la ventana de su habitación en París, Esteban Hinestroza no ve
la nieve, sino su pasado. Al repasar su infancia, su adolescencia y su
arribo a la adultez, descubre poco a poco lo extraordinario en las vidas
sencillas de quienes han estado a su lado. Recuerda a un joven con
pulsión suicida, refrenada solo por el amor; a un sacerdote
revolucionario y sin fe que luchó contra Franco, y que se unió en
Colombia a Jorge Eliécer Gaitán; a la empleada de su casa, rodeada
siempre de ternura y pasión; a sus padres, a sus amigos, a las mujeres
que quiso, a todos los que dejaron una huella en él. Por último, le
sigue el rastro a su vocación, desde el instante feliz en el que
descubrió que su destino serían los libros y la escritura, hasta el
momento presente, en el que no ha podido ver su vida sin convertirla en
literatura.