Los viajes han sido definitivos en la vida de Santiago Gamboa. Para su carrera como diplomático y periodista, por supuesto, pero sobre todo para su gran vocación: la narrativa. Los viajes, como protagonistas y como fuente, la han nutrido, la han convertido en un rico entramado de costumbres, paisajes, credos y hombres diversos. Su poder no es un secreto para nadie. Pero sí es extraordinario el proceso inverso: la escritura enalteciendo los viajes, transformándolos, exprimiéndolos, haciéndolos algo mucho más profundo que una travesía de turista.
Ese es el gran logro de Océanos de arena. En este diario de viaje por Medio Oriente, Santiago Gamboa nos cuenta qué vio en Alepo, Damasco, Jerusalén, Ammán, Petra, Áqaba: las costumbres de los hombres y de las mujeres, el exotismo de las calles y los mercados, las maravillas arquitectónicas, los vestidos, los olores, la exuberancia de las comidas, las huellas de civilizaciones antiguas.
Y como todo verdadero escritor, convierte este material en algo más: sin que lo advirtamos, sus pasos reales se entremezclan con un intenso viaje interior, en el que recuerda la historia de la zona, retrata los odios y guerras generados por las disensiones permanentes entre musulmanes y judíos, y reflexiona al final sobre las mezquindades de la política, sobre la vanidad de los fanatismos, sobre la desaparición del individuo cuando se conjugan el ansia de poder y el rencor, y reflexiona también sobre la literatura, la escritura, la soledad, el amor, la muerte y la vida.
Océanos de arena nos recuerda, en todas sus páginas, que la narración de viajes es, como lo dice del género el mismo autor, «una de las más fascinantes manifestaciones de la literatura.»