Gracias al Premio Internacional Rubén Bonifaz Nuño, en la categoría de ensayo, el filólogo narrador de estas páginas puede comprar su casa. Después de toda una vida de desearla, de observarla, de acercar se a sus paredes de piedra y ladrillo rojo para descifrar el enigma de su atracción, logra por fin saberla suya, y en el momento en el que franquea el umbral como
su dueño, reconoce en ella su destino, su lugar en el mundo, el espacio a la medida de sus gustos y de su concepción de la vida.
La instalación en esta vieja casona bogotana es un proceso paciente y, más que físico, reflexivo y memorístico. Pues cada rincón, la madera de los pisos, los baños, el comedor, la vajilla, la biblioteca, las habitaciones, la mansarda, incluso el barrio entrevisto por las ventanas, dan pie a un viaje fascinante por la vida del protagonista. Conocemos de su existencia itinerante en compañía de su tía, sus preocupaciones intelectuales, su amor por los libros y la lengua, sus ricas experiencias sexuales, su descubrimiento del lado oscuro de las ciudades, así como las estelas de una remota tragedia que lo persigue desde la niñez.