A los docee años, Horacio se enamoró sin remedio de María Durán, pero ella respondió a su torpe galanteria de miradas furtivas en las esquenas con la misma indiferencia con la que trataba, pro imposición de sus tías o por legítima convicción, al séquito creciente de admiradores.
Desde el momento en el que Horacio vio a María, cuando eran tan solo unos niños, supo que ella sería esa persona que viviría por siempre en su corazón. Años después, cuando su amor juvenil despierta sus instintos y todo parece ser perfecto, la desventura cambia las reglas del juego.
Como un bolero enmarca la transición de la juventud a la adultez, las experiencias significativas y muchas veces sutiles que hacen parte del crecimiento e, inevitablemente, del cambio. La ignorancia que marca el primer amor será el motor de Horacio, pero la vida misma será la que ponga las reglas para este aventurero.