Si ríe el emperador es, hasta ahora, la muestra más orgánica, desconcertante y poderosa de una voluntad poética que se despliega y encarna, fiel a su propia fuerza, en numerosas e imprevisibles transformaciones. Bracho retoma aquí, y reconcentra, el impulso, el aliento vital y la materialidad que pone en movimiento los paisajes y universos anímicos de sus primeros libros, se adentra en hábitats naturales, pero también se remonta al páramo de la política (Algo ahí nos remueve. / Algo nos obliga a voltear, confiesa la autora). Como si nada, hace brotar de aquella Zona del Silencio la flor de una escalofriante lucidez verbal. En tiempos sin cabeza, sin leyes ni mitologías como los que corren, Bracho nos ofrece esta rigurosa y delicada fábula de un animal salvaje, en peligro de extinción, llamado País. Un imperio de fantasmas que Bracho habita e ilumina sin falsos mesianismos y que explicita, de una manera frontal e inquietante, la retórica del caos. Ninguna labor poética podría ser más estricta, arrojada y puntual.
Si ríe el emperador es el testimonio urgente de una de las voces centrales de la poesía mexicana.