y sólo el azar o el cansancio
extinguió el fuego.
Lo que siguió no fue el azar,
es lo que sigue siempre,
la lenta pesadilla del olvido
y luego cierto desprecio
por ese que fui yo y que amaba
y también por el que soy ahora,
el mismo que no sabe por qué amó.
Sólo la carne se equivoca.