Entra. Camina con cautela,
busca en mis espacios losdetalles,
como si debajo del cuadro
o de la mesita de noche
hubiera una advertencia,
un indicio quese¤ale el lugar
donde su pie quedar enganchado,
el grillete fatal.
Si algo lo sobresaltara,
si un ruido rompiera el aire,
saldr¡a disparado.
Por eso piso con mesura,
hago que mis manos loconvenzan.
No hay nada que lo atrape,
ning£ndispositivo har caer la jaula.
Parado en medio del cuarto,
mi gorrioncito se quita la ropa y me besa
pero hay algo en su forma de mirar
que me perturba.
Entonces lo entiendo.
La trampa existe:
?l es mi carnada.
®A una trampa parap jaros¯, de Orlando Mondrag¢n.