No es fácil encontrar una novela que aborde de manera tan sincera, valiente y profunda un tema como el abandono, el descuido y el desprecio sufrido por tantos niños y jóvenes en Colombia, un país en el que la soledad, el maltrato, la violencia y el dolor se acompañan de la indiferencia y el desprecio cotidianos. Es menos común que la aproximación a esta penosa realidad alcance tal grado de sensibilidad y poesía como las que se logran en No comas renacuajos. Francisco Montaña Ibáñez recupera una imagen: un niño que dispara y dispara con la pistola imaginaria que es su mano.