En la tradición literaria del autor-transcriptor que halla por casualidad unos documentos y decide darlos a publicación con mínimas ediciones, La ciudad perdida está construida a partir de cinco cuadernos escritos «con letra nerviosa, desigual y apretada», encontrados en el fondo de una maleta en una casona abandonada del Alto Micay. En aquellas «notas íntimas», el protagonista cuenta sus aventuras y desventuras en el marco de su primera experiencia laboral con un grupo de ingenieros que inicia la construcción de la vía férrea Popayán-Pasto en los años treinta del siglo XX y en su participación en la búsqueda de una villa castellana arrasada por un ataque indígena en el siglo XVII. Entre lo concreto y lo deleznable, entre lo real y lo imaginado, entre lo vivido y lo soñado, los personajes, los tiempos y los espacios se trasponen de una forma extraña e imprevista. En ese escenario, las palabras escritas en los papeles de un fraile y en la crónica de un capitán holandés se convierten en atmósfera y paisaje para un desenlace colmado de delirio, caos y destrucción. La ciudad perdida, de Enrique Arroyo Arboleda (1906-1980), tuvo su primera edición en Bogotá en 1948.