La «Elegía a la muerte de don Sebastián de Benalcázar», contenida en la tercera parte de las Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos, es el primer gran documento literario sobre Popayán. Aunque hoy las leamos como literatura, para la época de Castellanos no había contradicción ni conflicto entre la poesía y la historia. Entre el verso y la verdad. Ellas encarnaban, como la épica clásica, la feliz confluencia entre canto y cuento: había relato de la realidad, la del siglo XVI, pero atravesada, insuflada, de belleza. Sin embargo la épica ya no es género de este tiempo. Con todo y eso, podemos leer las Elegías de Castellanos como el gran fresco de nuestro siglo XVI; una lectura que pasa por la mirada de ahora, hecha de preguntas y reflexiones respecto de las relaciones de poder y de imposición entre conquistadores e indígenas, la compleja exaltación que se hace del heroísmo y la marcada nostalgia por un pasado colonial que Castellanos defiende y alaba. Así las cosas, no se trata, por supuesto, de leerlas con sospecha o como mero registro histórico; nuestra invitación, más bien, es esta: encontrar en ellas ese primer relato fundacional, originario; qué se cuenta allí de nuestra historia; cómo se canta ese relato, y qué representa todo él como caudal de memoria nuestra memoria, ineludible por real, irreversible por inmodificable pero renovable por lo que ahora somos y estamos siendo.