Ya casi amanece y sigo desvelado. Las últimas noches solo he dormido pedazos de horas. Los recuerdos, quizá la muerte, esperan conmigo. Siento un vacío en la panza, las manos temblorosas, el escalofrío. El termostato del aire acondicionado registra veintidós grados. Aumento la cifra hasta veintisiete. Silencio el televisor que continúa emitiendo una serie sobre investigadores forenses. Me dejo caer bocarriba en la cama doble. Abarco el máximo espacio con las piernas y los brazos bien abiertos. Me gusta hacer esto. Refriego la cabeza contra la almohada para liberar la tensión que se acumula entre la nuca y los hombros. Me desabrocho el pantalón, fuera zapatos, aquí me quedo, los ojos fijos en el techo, la mente en blanco, el blanco, la leche tibia, los crisantemos. Todo es blanco. Las paredes, las cortinas, el minibar, las sábanas, el piso.