Un escritor inicia un cuaderno con ejercicios para mejorar su caligrafía en el convencimiento de que, al mejorarla, lo hará también su carácter. Lo que pretende ser un mero ejercicio físico se irá llenando, de modo involuntario, de reflexiones y anécdotas sobre el vivir, la convivencia, la escritura, el sentido o no-sentido de la existencia.