Jacqueline Urzola nació en medio de la mayor abundancia en la que era posible nacer en el Sincelejo de los años 60. Su padre, el heredero temprano de una gran fortuna y un espléndido y empedernido anfitrión, y su madre, una mujer hermosa de mucho carácter construyeron una casa cuyos espacios y lujos grandiosos no se habían visto jamás en la historia del pueblo, una región de ganaderos por naturaleza rígidos y austeros, lejanos a los excesos. Pero a pesar de la abundancia y la celebridad que los rodeaba, el miedo de la madre a perderlo todo se instaló como una nube negra sobre la casa. Una nube que solo Jacqueline, la niña recién nacida, parecía percibir pues el ruido de la afluencia, de los bailes y las fiestas, no permitía advertir su existencia. Estas son las memorias de la infancia de una mujer que lucha por liberarse del sino de fatalidad que el fin de esa riqueza deja en ella y del singular personaje que fue su madre.