Adelaida tiene treinta años, una curiosidad insaciable, yunas enormes ganas de leer, de probar nuevas ideas, de viajar, de tener unhijo. Descubre con placer las novelas de Jane Austen; con algo de aburrimiento,La nueva Eloísa de Rousseau; con desconcierto, los escritos de Fourier. Seentusiasma con las sociedades democráticas, con los escritos de Margaret Fulleracerca de las relaciones entre hombres y mujeres, con un profesor con ideasrevolucionarias pero casado y fiel a su mujer. Soporta, con paciencia, losentusiasmos de sus amigas y sus amigos; goza con los chismes que le cuentan ygoza contándoles de su natal Nueva Granada; disfruta de su sentido del humor ycompite intelectualmente con ellos. Constantemente, tienta los límites que lasociedad impone a su propia libertad y, con perspicacia, buen humor, y un pocode suerte, los elude o los desplaza. En un lenguaje coloquial y espontáneo, muy cercano al de suprotagonista, la narradora cuenta cómo la experiencia se construye en ese ponera prueba las formas tradicionales de autoridad y la fragilidad de las convenciones.El entusiasmo, la ligereza y la buena suerte de Adelaida son un homenaje, noexento de crítica, a los ideales burgueses de emancipación individual en laNueva Granada y en la Suiza de mediados de siglo XIX. Y ya que la emancipaciónindividual es, hoy en día, una promesa aún no cumplida, la novela de HelenaAraújo nos invita a volver a pensar, a través del pasado, nuestra situaciónpresente.