Paralelamente al desarrollo de su más conocida poesía, Dylan Thomas (Gales, 1914-Nueva York, 1953) fue escribiendo una prosa cuidada, relampagueante y comprometida con el ser humano y sus derivas y naufragios emocionales. El conjunto de relatos que componen Retrato del artista cachorro ahonda en la soledad, pero también en el esplendor, del escritor adolescente que fue. Siempre con sagacidad y con un humor difícil de soslayar, Thomas escribe esta prosa que es, en gran parte, autobiográfica, y nos lleva de la mano por su tierra galesa y nos presenta, solícito, a la gente que lo acompañó en su debut en la vida: el abuelo Thomas y Annie, Tío Jim, el primer amor, los primeros compañeros periodistas y escritores, la Vieja Garbo, incluso la muchacha que fue su niñera. La mirada del poeta rescata un mundo rural y perdido, y nos hace admirarlo por ser capaz de levantar sobre la página fuertes e inolvidables personajes, sus paisanos que, humildes y extraños, pero nunca olvidados, habían vivido y amado y habían muerto, y habían perdido siempre.
«Su prosa, sus imágenes y sus historias están llenas de vida y poseen un ritmo cautivador».
Los Angeles Times