Sabemos que una cultura, más modestamente un país, que logre equidad entre los sexos en todos los universos de la vida, supone y exige una revolución de los actuales sistemas simbólicos, y sé también que esto toma tiempo, mucho tiempo. Me dirijo entonces a las mujeres que aún no logran darle sentido a lo que significa su inaugural condición de ser sujetas de derechos en este planeta; también a los hombres que aún dudan de la legitimidad de las búsquedas y exigencias de las mujeres.