La protagonista ubicua de esta novela es la ciudad de Alejandría, la más inquieta y cosmopolita del orbe mediterráneo a comienzos de la era cristiana, donde Pilar Pedraza escenifica magistralmente un tiempo convulso, inicio de la decadencia de la gran metrópoli, rubicón del auge del cristianismo que habría de acabar con siglos de tolerancia y eclecticismo cultural. En La perra de Alejandría, esta crisis de civilización se encarna en personajes como el cínico Elpidio, líder local de la secta del perro, quien, aunque cuenta con casa y familia, vive en la calle, siguiendo el ejemplo del gran Diógenes; Críspulo, el ambicioso y despiadado obispo cristiano de Alejandría, dispuesto a todo para arrinconar las creencias paganas e imponer la «fe única»; Melanta, hija del astrónomo Filoteo y profesora en el Museo, iniciada en la secta órfica y capaz de suscitar la epifanía del dios más libre del Olimpo: Dioniso; Teófila Lágida, gran dama y presidenta de las cofradías dionisiacas; o Mihal Gospod, conocido como Bárbaro, príncipe dacio en el exilio afiliado a la secta del perro (los cínicos), verdadero hilo conductor de los terribles episodios que narra esta novela.