«Cuando las mujeres entraron con el prelado, encontraron en el lugar a un abad gordo de cuarenta y cinco años, de rostro repugnante y de corpulencia gigantesca; en un canapé, leía La filosofía en el tocador», cuenta la heroína más famosa del marqués de Sade, Justine, en la novela homónima. Y es que La filosofía en el tocador, publicada en 1795, un año después de que su autor saliera de la cárcel -bajo la acusación de «moderantismo»-, pasa por ser la opus sadicum por excelencia.contiene todos los recursos, personajes y situaciones de la narrativa de Sade; junto a las lecciones eróticas que imparten unos «preceptores inmorales», está el filósofo que repasa la situación de la sociedad y reduce a desnuda verdad los valores -glorificados en público, burlados en privado- del clero y la aristocracia. La formación teórica y práctica de la vida, del amor y las ideas que recibe el protagonista no es simplemente erotismo; distintas formas de censura han pretendido reducir a este autor a un catálogo de desviaciones sexuales que serían suficientes para encerrar sus libros en la cárcel de los manuales de psicoanálisis o patología. Otros sencillamente lo borraron de la historia de la literatura y de la filosofía, definiéndole como un libertino desenfrenado capaz de los mayores excesos, que habría escrito sus inmorales obras para incitar al resto de los mortales a desviaciones semejantes.La filosofía en el tocador.