Difícil olvidar los 14 cuentos de este libro. Escritos durante más de una década, muy pocos ya publicados, convertidas las huellas originales en señales expresionistas que bordean y encuentran lo inasible, con un trasfondo realista que pronto asume herramientas poéticas o conceptuales para que la risa o la ironía no sean las mismas de antes, una especie de codazo legítimo a la tradición. A medida que uno avanza en el libro encontrará ese interés por darle al cuento una misma meta con diferentes aplicaciones. A Felipe González le gusta contar historias, solo que, también, le gusta pensar cada cuento, pensar cada imagen, cada secuencia, cada idea, cada sentido. Y se divierte cuando encuentra diversas estrategias. Sus temas surgen del diario vivir, de su entorno, pero su poesía, su lenguaje, su visión, la edición de su estructura, hacen que el lector encuentre algo diferente en un instrumento musical, en unas flores, en unos pájaros, en los rostros, en una iglesia, en tantos lugares y personajes que tejen estas historias reales, imaginadas, pensadas, conceptuadas, transgredidas. Una manera nueva de transferir el mundo a un lector que se renueva al leerla. -- Isaías Peña Gutiérrez