«Jaime Bateman [
] era un hombre de características casi imposibles de reunir en una sola persona: descendiente de Robert Dudley [
] y, al mismo tiempo, hijo legítimo de un padre que no se preocupó por conocerlo; revolucionario vertical que no tranzaba un solo principio y el hombre más comprensivo y flexible; el comandante más duro en sus posiciones y el papá más tierno que jugaba con sus niñas durante horas como si fuera un niño más; el compañero más amoroso de la madre de sus hijas y la pareja más infiel; el líder más respetado y el tipo más simpático y desabrochado; el asaltante de bancos y el militante más honesto que devolvía hasta el último céntimo de los viáticos que para sus gastos le daba el partido; el comunista más apegado a las normas y el más heterodoxo, el más disciplinado y el mejor bailarín y tocador de tambora; el cuadro más cercano a los fundadores de las FARC, Manuel Marulanda y Jacobo Arenas, y el militante expulsado de esa guerrilla que, con los amigos que había llevado a ella fundó, después, el Movimiento 19 de Abril.
»Con Bateman afuera, prácticamente solo, moviéndose con una inteligencia y un conocimiento del país poco comunes, logró tener en las encuestas una simpatía del 85 por ciento y poner al 70 por ciento de la opinión a favor de la
amnistía.
»La presencia de Jaime Bateman llegó a ser tan decisiva y prometedora para el triunfo de las ideas revolucionarias en esos años de América Latina que, no sin razón, alguna vez le escuché decir a Gabo que si Bateman no se hubiera
muerto habría sido más importante que Fidel».
PATRICIA LARA SALIVE