Tenemos aquí veinticuatro personajes cuyos destinos son más locos, más intensos, más ricos en peripecias y contradicciones que los de los personajes de cualquier novela. Descubridores, artistas, filósofos, rebeldes, utópicos que han dado sentido al porvenir del mundo. Cada uno intenta responder la misma pregunta: ¿cómo es posible lograr ser uno mismo cuando todo confabula para impedirlo? Todos no son modelos: algunos por sus excesos encarnan un peligro que no supieron alejar. Y, sin embargo, nos guían, incluso a través de sus errores, hacia la otra orilla, al remanso, al refugio, al asilo, al puerto. Conocerlos nos desvía del acantilado y de los bancos de arena, del peligro invisible; son destellos en la noche de la ignorancia, de la ceguera o de la confusión, fuentes de júbilo también por cuanto dicen de la grandeza del Espíritu. Muy pronto su compañía será la más buscada: nuestro mundo necesita faros.
Confucio, Aristóteles, Asoka, Boecio, Hildegarda de Bingen, Ibn Rushd, Maimónides, Tomás de Aquino, Giordano Bruno, Caravaggio, Thomas Hobbes, Madame de Staël, Simón Bolívar, Charles Darwin, Abd el-Kader, Walt Whitman, Shrimad Rajchandra, el emperador Meiji, Walther Rathenau, Thomas Alva Edison, Marina Tsvietáieva, Richard Strauss, Hô Chi Minh, Amadou Hampâté Bâ.