Lo que al monje le falta en estatura le sobra en elocuencia y encanto; embelesados con su discurso y sus conocimientos, la pareja de franceses sigue a su pequeño intérprete en un viaje cada vez más extraordinario en el que se topan con un tren de pasajeros embrujados, un caballo suicida, una perra en celo psicológico, un templo budista donde sólo se escuchan los éxitos del pop adolescente y donde los monjes cenan Coca-Cola y papas fritas. Tantos acontecimientos inusuales ponen en crisis a los miembros de la pareja: al hombre le rompen su racionalismo y a la mujer le devuelven el habla La imaginación excéntrica de César Aira tiene en el enigmático monje budista y sus divertidísimas aventuras uno de sus inventos más afortunados.