Escritas en 1821, las Confesiones de un opiófago inglés narran los primeros vagabundeos del autor por Gales y Londres; cómo empezó a tomar opio, a modo de analgésico y calmante nervioso, y llegó a ingerir nada menos que ocho mil gotas diarias, y de qué forma, tras años de continuo consumo, comenzaron a asediarle toda suerte de pesadillas, hasta que decidió acabar con su hábito. El enorme éxito alcanzado por este libro se explica, en primer lugar, por las grandes cualidades literarias de la prosa de De Quincey