Leer parece suponer siempre encontrar una clave, una llave. Interpretar señales, perseguir el sentido. Ver el otro lado de las cosas. Hurgar y ahondar. Horadar, explayarse, criticar y tejer, construir un relato. Solo que lo de hoy no parece ser la crítica ni la argumentación, ni el razonamiento ni la narración sino más bien el consumo, lo fugaz, la acumulación destejida, lo fragmentario, el espectáculo. No manifestamos mayor interés por las causas, por la historia de los acontecimientos, la razón de ser, las tramas, las consecuencias, sino que, más bien, nos dedicamos a beber a grandes sorbos las novedades. El tono parece ser así, efímero y voraz: consumir, sin causas ni consecuencias.?