Para la sociedad biempensante norteamericana de los años cincuenta del pasado siglo los beats eran un grupo de jóvenes antisociales, de bichos raros. Y, dentro de este grupo, William S. Burroughs siempre fue el bicho más raro. Procedía de una familia acomodada, vestía con traje y corbata, tenía más pinta de empleado de banca que de rebelde e incluso de joven ya parecía un señor mayor. Pero este aspecto recatado no era más que una fachada, porque Burroughs fue el más radical de los beats, el que más se asomó al abismo. Mientras los demás consumían alcohol y marihuana, él se sumergió en el submundo de la heroína y experimentó con los alucinógenos, que sólo en las décadas posteriores se popularizarían entre hippies y psicodélicos. Este volumen reúne las tres novelas fundamentales de William S. Burroughs. Yonqui, su primera incursión en el tema de la adicción, es un retrato visceral del universo de la heroína. El almuerzo desnudo insiste en el tema, pero da un radical paso de gigante y se adentra en la vivencia interior de la adicción, en un mundo entre la realidad y la pesadilla donde reina la subversión, el sexo adquiere proporciones de orgía demoledora y la literatura deviene experimentación, alucinación, delirio. Y es que ya lo decía el autor al final de Yonqui: «Colocarse es ver las cosas desde un ángulo especial.» En Queer también aparece la droga -aquí la búsqueda casi épica de la ayahuasca-, pero el eje es el sexo y la homosexualidad se convierte en liberadora transgresión.
«Burroughs es también un auténtico poeta. Una página de su prosa es tan densa en imágenes como cualquiera de Saint-John Perse o Rimbaud» (Allen Ginsberg).
«Burroughs es el único escritor norteamericano actual que posiblemente esté poseído por el genio» (Norman Mailer).
«Al describir la adicción como "un modo de vida", Burroughs convierte la aguja hipodérmica en un microscopio, a través del cual puede examinar el alma del ser humano bajo el capitalismo del siglo XX» (Will Self).