A Shahab le encanta mirar cómo brilla la luna en el cielo nocturno, silenciosa, como él, que nunca ha pronunciado una palabra.
No se trata de una enfermedad, no es mudo, sencillamente ha decidido que el momento de hablar aún no ha llegado. Cómo es natural, todo el mundo lo considera un niño problemático, incluso menos espabilado que los demás chicos de su edad, y cuando la burla y la animadversión hacen acto de presencia, su padre, Naser, no encuentra ni el tiempo ni las ganas de defender a su hijo ni de entender su mutismo. Así pues, Shahab se encierra en un universo propio del que intentará rescatarlo su madre, Mariam, la única que cree en él, una mujer culta y educada que conoce de primera mano los daños que la incomprensión y la indiferencia pueden infligir a una persona.
Día tras día, Shahab irá descubriendo que a veces el camino que lleva al corazón de la gente es largo y tortuoso, pero que, a la postre, la verdad siempre encuentra una forma de quitarse la mordaza y hacer oír su voz.