Un análisis de los prejuicios contra Rusia a lo largo de la historia y de la percepción del odio que sienten los rusos, que acrecienta su aislamiento y soledad.
Rusia dice que está rodeada de enemigos. La acechan, la amenazan, tratan de debilitarla o destruirla. Putin cree que están por doquier. Los norteamericanos, que se hicieron pasar por aliados cuando pretendían desmembrar su cultura; los europeos, a los que identifica con los nazis, los polacos, los suecos, las tropas napoleónicas, todos invasores de la tierra eterna. También desconfía de China, pero la necesita para formar un frente contra el Occidente colectivo. Incluso los ucranianos, esos hermanos menores, también han sido infectados por el resto de sus adversarios.
No hay tregua alguna, solo apariencia de ella. Para Putin, las viejas guerras siguen estando presentes y la agresión supone una forma de defensa. No es el único que lo piensa. Sus medios de comunicación extendieron esa idea. Entre la propaganda y la realidad apenas percibimos lo que de verdad sucede.
Este breve ensayo narra la historia de los prejuicios contra Rusia y analiza si estos han constituido una barrera para apreciar su cultura. Su lectura nos permitirá huir de la mera repetición de estereotipos y de ser usados como tontos útiles por políticas que tienen sus propios designios.