Un narrador sin nombre escribe y copia textos desde una celda. Cada día le entregan una hoja de papel para que la replique y la entregue a quien quiera esté al otro lado de su puerta. Preso en una pesadilla recurrente con aires a Piranesi y Levrero, este copista alimenta su máquina, expande los relatos y crea nuevas páginas, y al hacerlo, nos relata las ruinas y hornos abandonados de la ciudad conocida, junto con las expediciones hechas para conocer un afuera que amenaza con devorar todas las construcciones de la ciudad. Creando terror desde el punto donde lo real se vuelve lenguaje y el lenguaje se vuelve ruina y perturbación, Ruin crea una pesadilla que se pregunta por los límites de la compresión y el copiado de información, un juego narrativo con ecos de Beckett, Kafka y Ligotti, o quizas, bajo la guía de un Alasdair Gray sumergido en dark ambient y poseído por un virus minimalista que socava toda producción de significado.