Mapocho, como ya ha observado la crítica, es una novela que pone en entredicho el carácter totalizador de los discursos históricos. Existe una Historia, con mayúscula, que ha construido fabricado aquello que entendemos por identidad nacional. Es la historia que hemos escuchado en nuestros colegios, que compartimos como un referente común y que, en definitiva, forma parte de un inconsciente colectivo al que recurrimos cada vez que es necesario trazar la línea identitaria de lo chileno. Mapocho trabaja con la construcción de ese discurso y lo devela parcial, ficticio y homogenizador. Toma sus íconos y los desarticula, resignifica o, simple y llanamente, aniquila. No se trata, por supuesto, de negar que haya existido una historia empírica, sino de cuestionar una escritura que, por más que intente borrarlo, tiene un autor y unos condicionamientos que la configuran desde su formación misma.