Este libro podría haber llevado por título Manual práctico y heterodoxo para la convivencia. Práctico porque es una verdadera caja de herramientas para abordar los conflictos en la escuela. Heterodoxo porque está construido como una crónica bella y conmovedora, tejida de las historias de chicos y chicas que, sentados en ronda y con la guía de su docente, comparten lo que les pasa y descubren que, cuando la palabra aparece, los problemas empiezan a volverse oportunidades de pensar juntos. A través de un viaje entrañable y transformador basado en su enorme experiencia como maestro en una escuela primaria estatal de un barrio popular, Horacio Cárdenas rescata un dispositivo pedagógico de larga historia, pero poco utilizado: las asambleas de aula. En las asambleas, chicas y chicos asumen el protagonismo: confrontan, despliegan identidades, elaboran violencias, comparten dichas y padeceres, negocian distancias y establecen pactos. Pero nunca solos, porque allí está la intervención docente, sigilosa pero quirúrgica, para dar confianza, repreguntar, hacer visibles los conceptos, recoger el guante, pasar en limpio y ayudar a poner en palabras, sin imponer ni empujar con verdades reveladas. Tampoco los docentes se quedan solos, porque Horacio Cárdenas ofrece en este libro todas las pistas, recursos e instrumentos necesarios para que comprender y coordinar la dinámica de grupos escolares no sean misterios que hay que afrontar sin brújula, para que trabajar con las situaciones conflictivas, a veces dramáticas, no sea lanzarse al vacío y para que abrir el juego no ponga en riesgo el vínculo pedagógico. Fruto de una sensibilidad para escuchar y registrar y una cualidad literaria poco comunes, «Los chicos toman la palabra» es, con pleno derecho, una pedagogía de la convivencia: una vía lúcida y viva de lo que puede ocurrir en un aula de escuela donde se aprende el ejercicio democrático del poder, donde se siembran palabras como herramientas de construcción colectiva.