Esta narración puede ser leída como una huida; una yuxtaposición de historias de viaje: el de Vercingétorix a campos de concentración; el de un grupo de judías embarazadas a una clínica de abortos; el de Glaucus y Artemius o el de Equis; viajero infatigable; condenado a la errancia; cuyo desarraigo no le da derecho ni a un nombre; que busca en cada nuevo territorio el hogar que nunca alcanza. En resumen; una lograda metáfora del exilio; que sufrió la propia autora; y de las corrientes migratorias que han tenido lugar a lo largo de la historia de la humanidad.