«De pronto como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del
pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una
hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y
materiales de los otros pueblos: rastrojos de una guerra civil que cada
vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable».
En Macondo transcurre la historia de un entierro imposible. Ha muerto un
personaje extraño, un antiguo médico odiado por el pueblo, y un viejo
coronel retirado, para cumplir una promesa, se ha empeñado en enterrarle
frente a la oposición de todo el pueblo y sus autoridades. Como en una
tragedia griega -el libro lleva como lema una cita de Antígona que
recuerda la prohibición de enterrar el cuerpo de Polinices-, el viejo
coronel, su hija y su nieto van a cumplir la ominosa tarea. La acción,
compuesta por la descripción de los preparativos para el entierro -una
media hora- y los recuerdos de un cuarto de siglo de la historia de
Macondo, de 1905 a 1928, se narra a través de los pensamientos de estos
tres personajes.