Gilles Deleuze decía que para comprender la filosofía anglosajona hacía falta un libro que aún no estaba escrito, un libro sobre las relaciones entre los famosos hermanos James: William, el filósofo empirista y pragmático, fundador de la psicología estadounidense, y Henry, el gran novelista.
Sin reduccionismos ni aplicaciones fáciles, el filósofo contemporáneo David Lapoujade asume el desafío y monta un verdadero diálogo entre filosofía y literatura, en el que una y otra se arrojan preguntas y problemas y se ofrecen pensamientos sin suprimir lo que es propio de cada una. La estructura perspectivista de la novela conversa con la ruptura del dualismo sujeto/objeto y con la concepción de la mente como caja de resonancia del cuerpo; los personajes puramente mentales con la noción de experiencia y su relación con la verdad; los fantasmas, los solteros, y la deuda como sistema de control dibujan en la ficción una verdadera teoría social e iluminan el problema de la libertad. Ontología, epistemología y ética leen y son leídas por la literatura.
En la escenografía de este diálogo convergen los ecos de lecturas de Leibniz, Peirce y Spinoza, así como el paisaje del ethos estadounidense: la conquista del espacio y la frontera, la ciudad cosmopolita, la guerra permanente y una moral laica de la salvación.