El protagonista de esta historia tiene una familia muy especial: su papá se opera para prevenir enfermedades que aún no tiene; su mamá necesita un mapa para no perderse en su propia casa; su tierna y dulce abuelita se tira al suelo y echa espuma por la boca cada vez que alguien pronuncia una palabra con la letra e. Así que un buen día, desesperado, decide cambiar de familia...
"Yo no puedo afirmar que somos una familia de tantas. De que somos raros, lo somos. Claro que de lejitos y sin platicar mucho parecemos una familia normal. Les voy a contar para que vean que no exagero. Empecemos por mi papá. Mi papá tiene que tener todo bajo control. Es previsor hasta el límite de lo posible: paga sus impuestos el primer día que abren las oficinas. Compra artículos repetidos por si se rompen o extravían. Por eso tenemos un cuarto lleno de cajas de clips, de decenas de cámaras fotográficas, varios medidores de pulso y unos doce tinacos nuevecitos, sin desempacar. Por supuesto, ya tiene pagado el funeral de toda la familia, hasta de mi sobrinito que acaba de nacer. Y cuando tenemos que ir a algún lugar nuevo, como por ejemplo a una boda, hacemos simulacros: nos vestimos, nos arreglamos, compramos el regalo y buscamos la dirección. Practicamos lo que vamos a decir y en dónde vamos a estacionar el coche."