Estas fábulas, ácidas y crueles, tristes y realistas, ponen el acento en que el hombre, a pesar de su evolución a lo largo de tantos siglos, continúa siendo el mismo, con sus bajas pasiones, sus vicios y también sus virtudes. A través del sentido del humor y la sátira, Briece ridiculiza y denuncia principalmente la hipocresía de la estructura social de la época. De la crítica no se libra ninguna clase social, y por éstas páginas pasan tanto tipos corrientes de toda la vida como médicos, políticos, obispos o reyes.