En una cálida tarde de julio de 1985, un hombre de mediana edad está en la acera de una concurrida avenida del corazón de Moscú, sosteniendo una bolsa de plástico. Con su traje gris y su corbata, se parece a cualquier otro ciudadano soviético; solo la bolsa llama ligeramente la atención por el logotipo rojo de Safeway, un supermercado británico.
El hombre era un espía del MI6. Un coronel del KGB que, durante más de una década, había proporcionado a los espías británicos secretos de gran valor procedentes de las profundidades de la máquina de inteligencia soviética: ningún otro espía había hecho más para dañar al KGB. Y la bolsa de Safeway era una señal: activar su plan de escape para que le sacaran de la Rusia soviética.