Esta descripción, cuidadosa y detallada, del intercambio emocional entre las madres y sus criaturas aspira a tener un círculo de lectores más amplio que el habitual de las publicaciones psicoanalíticas. Su forma de observación, la labor realizada con la cámara y los tests son tan esmerados que han de atraer a los psicólogos teóricos.
En el transcurso de su libro, el doctor Spitz toca una serie de temas que son motivo de discusión en la teoría psicoanalítica de nuestro tiempo, y no vacila en adoptar en cada caso una postura determinada. Para seguir los acontecimientos del primer año de vida, recurre a la observación directa y a los métodos de la psicología experimental, en contraste con los autores que prefieren confiar sólo en la reconstrucción de los procesos del desarrollo, partiendo del análisis de las etapas posteriores. En efecto, sus primeras exposiciones sobre el hospitalismo y la depresión anaclítica son un gran avance para dejar sentado el valor de los métodos de observación, aun ante los ojos de muchos psicoanalistas que se mostraban reacios a aceptarlo.