En América Latina nos hemos debatido entre los excesos del Estado y la falta de Estado. Sin explotar seriamente el camino intermedio. Por eso ha sido tan difícil construir sociedades democráticas y ordenadas a la vez, que reconcilien a los ciudadanos con la autoridad. Nos hemos debatido entre el desorden calamitoso que resultan de Estados incapaces y administraciones públicas mediocres, y el orden atrabiliario, discriminador y dogmático que ofrecen los empresarios de la religión y de la guerra. Nuestra historia transcurre entre un conservatismo que desdeña la libertad social; entre una cultura liberal que desconfía de las instituciones y una cultura patriarcal que desconfía del individuo. Ni el liberalismo político ni la izquierda democrática han podido progresar en medio de estos dos extremos paralizantes.
Al subestimar los problemas del desorden, la inseguridad, la administración y la gerencia, ese liberalismo y esa izquierda minimizan el sufrimiento humano originado en la ausencia de instituciones efectivas que impongan un orden legítimo. Es verdad que la gente pobre sufre mucho por causa de la injusticia social, pero sufre igual o peor por la falta de Estado.
Este libro intenta recuperar, para la democracia, los temas del orden, de la moral, de la estética, de la cultura, de la planeación y de la seguridad. Es, para decirlo en los términos del autor, una defensa progresista de principio, como el orden y la moral, que han sido apropiados y maltratados por los conservadores y que por eso mismo han sufrido una vertiginosa erosión en los países latinoamericanos y particularmente en Colombia.