Caía la tarde sobre el pueblo de Salem cuando el joven Goodman Brown salió a la calle; pero, una vez cruzado el zaguán, volvió la cabeza para intercambiar con su joven esposa un beso de despedida. Y Fe, pues este era su nombre por cierto que muy adecuado, asomó su linda cabeza a la calle, dejando que el viento jugara con las cintas color rosa de su gorrito mientras llamaba a Goodman Brown.
Corazón mío murmuró ella con dulzura no exenta de tristeza, cuando sus labios hubieron rozado sus oídos, te suplico que aplaces tu viaje hasta el amanecer y que duermas esta noche en tu cama. Una mujer sola se ve asaltada por tales sueños y pensamientos que a veces siente miedo de sí misma. Te ruego, querido esposo, que te quedes conmigo esta noche, tan sólo esta entre todas las del año.
Mi amor, mi Fe replicó el joven Goodman Brown, de todas las noches del año, esta es la única en que debo separarme de ti. Mi viaje, como tú lo llamas, es decir, la ida y la vuelta, debo realizarlo entre estos momentos y el amanecer. ¿Cómo dudas de mí, mi dulce y bella esposa, si apenas hace tres meses que nos hemos casado?