Esta novela le plantea un desafío al lector. Reta sus esquemas culturales, lo vapulea y le impide el sosiego. Lo saca de su comodidad cotidiana y lo arroja en medio de los demonios que reinan en nuestro derredor aunque los ignoremos. El lector deberá mantenerse lúcido ante este coctel lacerante de sexo explícito, drogas, escatología, rock pesado, libertinaje y desvíos políticos y sociales que acampa en la urbe bogotana. Las penurias morales se ven agigantadas en una ciudad poblada de desafueros y que vive con tanto afán que no se da cuenta de que desde hace tiempo la mató la luz del sol y renace sólo cuando llega la noche, lo que lleva a concluir que Bogotá muere cada día. En su imaginada paranoia, la luz es el precio que hay que pagar para alcanzar aquel oasis noctívago, pero sólo para terminar devorado por éste. ¿Una encrucijada sin salida?