Estas lecturas de Chuang Tzu, advierte Thomas Merton al lector, son el resultado de años de estudio, anotación y meditación. Las notas acabaron siendo imitaciones libres de los pasajes que llamaron especialmente la atención del monje y poeta. Son «aventuras de interpretación personal y espiritual», una «intuitiva aproximación a un pensador que es a la vez sutil, entretenido, provocativo y no fácil de captar».
Lejos de cualquier intención apologética, Merton quiere trasladar el temperamento filosófico de Chuang Tzu, que se caracteriza por su intento singular de penetrar el corazón de las cosas. Una aprehensión de la realidad que se ofrece en forma de meditaciones y poemas, de historietas, fábulas y anécdotas que, teñidos de humor y de ironía, constituyen una antología del pensamiento que corría por los círculos taoístas en los siglos IV y III antes de Cristo.
Pero el camino que aquí se muestra, misterioso por su misma sencillez, es propio de una mentalidad que se encuentra en todas partes: un gusto por la humildad, la no afirmación de sí mismo y el silencio. No busca ninguna salida. Como escribe Merton: «Chuang Tzu habría estado de acuerdo con san Juan de la Cruz en que se entra por ese camino cuando se abandona todo camino y, en cierto modo, se pierde uno».