La escritura es una piel que nos viste: por minutos somos otro que habla de nosotros y por nosotros siente que el tiempo se acaba. Pero cuando aparece el sentimiento de tristeza o alegría, entonces termina la escritura y la piel se rasga. A caballo entre la filosofía y la mística, Oriente y Occidente, la poesía y la prosa metafísica, este sutil texto de alto lirismo rehuye las clasificaciones demasiado estrechas y se inscribe en una tradición de obras de carácter universal que no son sino una búsqueda de lo inefable en las profundidades de la escritura en cuanto tal.