Como ha dicho Roberto Ibáñez, "para Quiroga escribir un cuento no era tarea específicamente distinta a rozar un sembrado, arbolar su meseta, construir una canoa, destilar naranjas, fabricar cerámica, abrirse camino en el monte con su machete, experimentarse como pionero. Procedía en todo con la misma pasión directa. A estos principios adaptó su lenguaje y su técnica de narrador".
Edición Prólogo y notas de
Consuelo López y J.A. Bueno Álvarez