Una muchacha tiene una corazonada: la de que debe, por ejemplo, viajar hasta el enamoramiento cabalgando un cómic o un cuadro o una lengua prehistórica. Una muchacha que recorre estas páginas, que habla por ellas, y a la que llaman la Corazonada: también la Comeflores, la Robaperlas o la Chica de las pitayas. Presentimiento y alias, sustantivo y epíteto: por activa y por pasiva, pasión.
Los poemas de Corazonada se preguntan por el amor y el lenguaje, y si acaso son lo mismo; cómo se juntan el amor con el amor, y las palabras con las cosas. Lo plantean desde la fantasía, que Berta García Faet ya una de nuestras grandes poetas de hoy, referente luminoso más allá de cuestiones generacionales y barreras geográficas entiende aquí como una dimensión oblicua y soñadora de la filosofía.