De Mefisto [Akberto Iriarte Rocha, 1920-1993] quedan algunos planos, sus dibujos y pinturas y estas cartas, que pasan a enriquecer la bibliografía apistolar de artistas en Colombia. A diferencia de las del pintor Guillermo Wiedemann a su esposa, que dan cuenta de sus viajes de descubrimiento por el Pacífico colombiano; de las del pintor antioqueño Eladio Vélez a su madre, que registran sus andanzas juveniles en Europa; de las de la pintora Emma Reyes a Gérman Arciniegas, que revelan de manera extraordinaria a una narradora notable con una infancia terrible; o las de Luis Caballero a Beatriz González, que muestran las incertidumbres y vaivenes de un artista en formación, las que le escribió el pintor Alberto iriarte a Cristina Gómez se caracterizan por ser portadoras de la voz de un olvidado artista que se retiró del mundo y que encuentra en su interlocutora un asidero. Cáusticas por mometnos, chispeantes, desoladas, instructivas y eruditas a veces, sus observaciones en contravía continúan vigentes. Y hacen pensar que conversar con Mefisto habría sido delicioso, si él hubiera permitido que alguien más mereciera sus palabras. Ahora, son un herencia para todos los lectores.