La vida se ha hecho mercado. Como si fuese nuestra segunda naturaleza, nos movemos en Uber, viajamos con Airbnb, ligamos en Tinder, compramos en Glovo, nos entretenemos en Netflix, hablamos de nosotros mismos en el lenguaje del capital humano.Este estilo de vida, que Amador Fernández-Savater llama capitalismo libidinal, nos promete la felicidad, pero lo que produce realmente es sufrimiento y malestar, en forma de precariedad, endeudamiento y dolor psíquico. Paradójicamente, la derecha parece hoy más eficaz que nadie para canalizar esa desazón y su fuerza de rechazo (Trump, Bolsonaro, Milei), mientras que las estrategias de comunicación y las políticas de contención de la izquierda se muestran insuficientes.¿Es posible reapropiarnos de nuestro malestar como energía de transformación social? Si queremos lograrlo, será necesario llegar a una capa más profunda de lo humano para imaginar y activar nuevas políticas del deseo.