Julio Cameron vive aislado en su rutina, en aparente calma. Suele visitar los bares junto al río y algunas noches, al salir, sigue a otro de los clientes del lugar, pero solo puede hacerlo hasta el Puente de Hierro: está condenado a permanecer dentro de un perímetro. Cruzar esa fontera lo sumerge en el delirio y en la memoria de un pasado violento.