Más allá del dinero y el derroche que supone el estilo de vida de un cocalero, se encuentra un universo complejo, cuya estructura se forja a partir del aislamiento, la guerra y su capacidad de adaptación. El campesino que produce cultivos de uso ilícito sobrevive al ritmo de la ilegalidad y las promesas de un país inmerso en un ciclo interminable de propuestas anticoca'; políticas que los han llevado hasta sus límites, sin mostrarle una salida real del problema. El argeliano se encuentra entre la coca y la pared. Esa será su posición mientras no se reconozcan las condiciones particulares de este territorio en conflicto.'