Estamos ante una magnífica e inusual ofrenda al juicio y a la posterior muerte del maestro griego Sócrates, escrita por Platón, que pone en su boca una hermosa defensa basada en la verdad y en sus sublimes virtudes como orador persuasivo y elocuente. Sócrates debe defenderse sutilmente frente a un jurado ateniense, acusado de corromper a los jóvenes discípulos que le seguían en su época, de irreligiosidad y de despreciar a los dioses. Podemos disfrutar aquí del magnífico discurso de defensa (apología) que Sócrates pronunció ante los jueces, así como del diálogo que mantiene en prisión, una vez condenado a muerte, con su más allegado amigo, donde acepta con ejemplar serenidad la sentencia que le ha sido impuesta.
Ningún otro filósofo ha despertado nunca la veneración que despertó Platón.
Discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, fue considerado un médico del alma inmortal, el filósofo por excelencia y, para muchos, hasta el origen de la misma democracia.