El filósofo estadounidense Robert Nozick (1938-2002) publicó en 1974 un libro que se tornó clásico: Anarquía, Estado y Utopía. Nozick, en algún sentido, comprimió determinado espíritu individualista de la década del setenta en los Estados Unidos, a partir de la fundación de una filosofía propia del país: el libertarismo. Pensamiento que emanaba del diálogo de la tradición del anarquismo individualista del siglo XIX con el concepto de propiedad lockeano y la economía de la Escuela Austríaca. ¿Qué nos dice hoy a cuarenta años de su publicación?
Anarquía, Estado y Utopía es un libro complejo, fascinante, racional y radical, mucho más sutil de lo que se cree. En su desarrollo Nozick omite a Hobbes y Stuart Mill y se apoya en Kant y Locke, al igual que en la tradición individualista libertaria (Spooner, Thoreau) y en los despliegues de Mises y Hayek. El texto, además, vino a debatir abiertamente con Teoría de la Justicia de John Rawls (1971), un libro colosal que obligó a posicionarse en materia de filosofía política y moral, y restauró años de silencio en la filosofía práctica. La cuestión a polemizar será respecto del concepto de justicia distributiva. Sin embargo, la filosofía nozickiana no es tan desalmada como parece serlo, el joven Nozick adscribió en sus años mozos a la New Left (Herbert Marcuse, por ejemplo) y luego sus lecturas viraron producto del encuentro con Ayn Rand y Murray Rothbard. Todo ese tránsito es visible: en el pensamiento libertario de Nozick convive la sensibilidad socialista y la racionalidad liberal, él mismo señaló que las personas más interesantes que había conocido eran socialistas, pero no pensaba como ellos, sin embargo, los liberales, más rígidos y aburridos, pensaban cercano a sus ideas.
¿Qué idea capital vertebra Anarquía, Estado y Utopía? Una: cualquier Estado mayor que aquel que proteja a sus contribuyentes viola los derechos personales. Por ende, toda redistribución es injusta e inmoral. El Estado de Nozick no es la consecuencia de contrato social alguno sino resultado de lo que llama orden espontáneo y mano invisible: esto es, agencias de protección privadas que surgen producto del encuentro de los individuos para proteger su propiedad. A la agencia de protección mayor y dominante, Nozick la termina convirtiendo en un Estado ultramínimo que será mínimo al proteger a los llamados "freeriders", es decir, a los que están fuera y no pagan por sus servicios. El proteger a todos por igual hace devenir esa agencia en un Estado que no surge producto de un contrato hipotético. La protección, dice Nozick, será por un tema de costos (es más rentable proteger a todos que subsanar pérdidas continuamente, etc.). De modo que el Estado mínimo nozickiano solo tiene dos funciones: justicia (tribunales) y seguridad (policía y ejército). Todo el resto de los servicios (educación, salud, etc.) quedarán a criterio de los individuos en el marco comunitario voluntario o municipal.
La teoría del Estado mínimo sigue siendo anarquista y anti-contractualista. El debate con John Rawls será, en rigor, la discusión entre libertad e igualdad, sin embargo, ambos parten del valor de la libertad en un primer lugar, con la diferencia de que la mirada rawlsiana, mediante el concepto de "velo de ignorancia", apuntalará a los menos favorecidos para estar en condiciones de competir con los más aventajados. De todos modos, Nozick aceptará la redistribución en ciertos casos y allí hablará de principio de rectificación que corrija las inequidades, tal es el caso de las propiedades adquiridas producto de robos, fraudes o de modo ilícito (saqueos a pueblos originarios, por ejemplo). El tema estará centrado en los principios de adquisición.
Anarquía, Estado y Utopía está conformado por tres partes claramente delimitadas: en primer lugar, la teoría del Estado de Naturaleza, donde el filósofo justifica las restricciones morales de un Estado mayor que el mínimo, la segunda, donde debate abiertamente con Rawls en torno al eje de justicia distributiva y, por último, el marco para la utopía, que será el Estado mínimo. Quizá lo más sustancial y menos analizado sea precisamente el elemento fuertemente utópico de la filosofía nozickiana. El paraguas del Estado mínimo precisamente permite la gestación de comunidades voluntarias o de cierto municipalismo libertario donde las normas son elegidas por sus miembros, de allí que en este esquema sean posibles comunidades socialistas, hippies u organizaciones al estilo kibutz (donde "todo es de todos"). El Estado mínimo, en este sentido, solo será el marco para lo verdaderamente central: las utopías voluntarias; allí se podrán ensayar formas hedonistas, libertinas, sin dinero, a base de trueque, naturistas, verdes, religiosas, etc. Las críticas al Estado mínimo (solo proveedor de justicia y seguridad) que recibió Nozick, no vieron con claridad que la salud o la educación en el marco comunitario pueden ser públicas si así lo deciden sus miembros.
La utopía del libertarismo tiene en Anarquía, Estado y Utopía un texto que a cuarenta años rebosa vigencia. Lejos de miradas anarcocapitalistas como las de Murray Rothbard (que criticó el texto), inaplicables completamente, la propuesta de Nozick no solo es viable sino mucho más humana y progresista de lo que se cree. La defensa de la libertad individual a ultranza no implica el desprecio del otro, sino, por el contrario, el respeto como un fin en sí mismo.